Por que Irlanda dijo NO a la Europa del capital
La mayor parte de los que hemos leido el Tratado de Lisboa (y somos menos de los que deberian haberlo hecho, empezando por políticos de cuarta como Sarkozy y mafiosos como Berlusconni) rezabamos para que la sensatez se impusiera en el unico referendum ciudadano: en Irlanda.
Y se logró. Los irlandeses (los que fueron a votar) votaron No.
Posterior a este No, Samir Nair, catedrático dela Universidad de Paris, escribio este artículo de Por qué los irlandeses dijeron No, breve artículo que no tiene desperdicio y apunta directamente al punto: que los beneficios del Tratado van a parar a los ya ricos europeos.
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El Presidente de Portugal ( muy a lo Sarkozy-Berlusconi-Merkel) expreso la aberrante idea de que no debe consultarse al pueblo para crear los reglamentos fundamentales de Europa Lo que no funciona en Europa
Sami Nair
Levante
Desde el referéndum europeo sobre la Constitución, en 2005, y después del rechazo francés y holandés, se sabe que algo va mal en el proyecto europeo. Todos los sondeos demuestran que las poblaciones europeas tienen, desde entonces, una mirada cada vez mas crítica en contra de este proceso, considerado como elitista y fundamentalmente destructor de los acervos sociales de los países más desarrollados socialmente. Cuando franceses y holandeses votaron en contra, las elites intelectuales y políticas europeas acusaron a estos pueblos de antieuropeísmo, de conservadores, de chovinistas y otras amenidades. Pero ni los franceses ni los holandeses necesitan recibir ninguna lección de europeísmo, pues comparten una cierta idea de Europa. No querían una Europa reducida a un mero mercado, en el que la competición económica interna favorezca a los países más atrasados socialmente, o sea, basada en el dumping de los sueldos, en la destrucción de los servicios públicos, en la privatización del vinculo social (pensiones privadas, hospitales privados, educación privada, etcétera). Frente a esta situación, las elites políticas volvieron con otro proyecto, esta vez avanzado por Nicolas Sarkozy, el presidente francés. Se trata de un nuevo texto, que no cambia nada, pero sucede que esta vez se ha prohibido al pueblo votar. El texto se adoptó en Lisboa, a escondidas de la soberanía popular. Los dirigentes piensan que el nuevo texto va a solucionar las cuestiones de funcionamiento institucional, sobre todo favoreciendo la toma de decisiones a partir de un sistema de mayorías cualificadas que permita avanzar más rápidamente. Pero nada de eso es seguro.
Porque el verdadero problema de Europa no es institucional. Es político y social. Político, porque Europa no existe a este nivel y los socios están muy divididos entre ellos: grosso modo, los franceses no quieren una federación porque significa el fin del modelo republicano francés; al contrario, los alemanes abogan para una federación porque significa la transposición de su propio modelo federal a escala europea; los británicos rechazan los dos modelos precedentes buscando únicamente un conjunto de Estados naciones; los italianos y los españoles imaginan legítimamente un modelo institucional que les favorezca frente a los tres grandes países; los nuevos socios del Este rechazan tajantemente el modelo federalista, pues acaban de conseguir su independencia, etcétera. O sea, la Europa posible no puede ser más que la de los acuerdos concretos, precisos, entre europeos. Deben entonces inventar un modelo institucional sui generis para tomar decisiones comunes y esperar que se fortalezca la identidad europea para ir mas allá.
En política internacional, las contradicciones son mucho más importantes: cada país europeo tiene sus tropismos históricos. A Francia le interesa una política fuerte con el mundo árabe y África; a Alemania le importa un pepino y se concentra sobre su zona de influencia tradicional, o sea el Este. ¿Se va a crear un ministerio de asuntos exteriores europeo? No va a solucionar nada: los países van a seguir defendiendo sus intereses históricos. No podemos imaginar que Gran Bretaña pueda aceptar una defensa europea sin el aval de Estados Unidos, que Alemania pueda apoyar una actitud más firme frente por ejemplo a Rusia, que Francia sea totalmente impotente en el Mediterráneo. La Unión puede resolver problemas de funcionamiento institucional de corto alcance, pero falta mucho, muchísimo, para que pueda existir como potencia política internacional. Basta con recordar cuál es el presupuesto europeo comparado al PIB de los europeos para darse cuenta de la diferencia abismal existiendo entre los discursos retóricos y la realidad: este presupuesto no supera el ¡1% del PIB europeo! Y los grandes países están abogando para recortarlo más. Dicho de otro modo, la Unión está condenada a la impotencia política. Será un gigante económico liberal y un enano político impotente.
Socialmente, la situación es mucho más grave. Ahora se ve claramente que la construcción de un gran mercado beneficia sobre todo a los más poderosos. Primero, Europa se vuelve cada vez más un espacio de competición interna, en el que el ajuste se hace a favor de los países cuyo sistema social es el más flojo. No es el modelo alemán o francés el que tiende a prevalecer, sino el de Portugal, Polonia o Grecia. Al no tener una política común en términos de derecho de trabajo y de armonización fiscal, son los países más atrasados los que imponen su modelo, pues es allí donde van los capitales europeos y mundiales para conseguir mas provechos. Y sabemos también que para estos últimos la cantinela es que el precio del trabajo es demasiado alto en Europa y prefieren invertir en adelante en el Magreb, en China o India, donde los sueldos son inconmensurablemente ¡más bajos! Hoy en día es imposible conseguir un acuerdo con los británicos o los países del este para tener una política fiscal común.
Si tomamos el problema del euro fuerte, nos encontramos con la misma situación. Alemania no quiere bajar los tipos de interés y apoya la política monetarista ultraliberal del Banco Central, defendiendo la independencia de esta institución. Pero Francia se queja de esta política, pues castiga su comercio exterior, mientras el de Alemania es el más importante del mundo. Pide entonces una nueva política del euro. Ni Italia ni España quieren involucrarse directamente en este debate, pues no tienen un comercio exterior importante (muy débil en el caso de España). Ahora bien, ¿por qué el comercio exterior alemán es fuerte? Hay factores históricos, de especialización productiva (máquinas-herramientas) y de modelo social. ¡Aquí estamos! En 2000, los alemanes, sin pedir nada a nadie, hicieron una compresión de los costes de sueldos muy fuerte, que ha permitido ganancias comerciales, tanto dentro de la zona euro como fuera: más de 200.000 millones de euros, en detrimento especialmente de los socios europeos: todos estos juntos llegaron sólo a los ¡150.000 millones de euros!
Esta estrategia alemana frenó el crecimiento de toda la zona euro. Y con toda exactitud es por ello por lo que la contestación social se desarrolló en Alemania y de esa forma, de un lado, hizo perder el poder al SPD y de otro, más recientemente, permitió que la izquierda reagrupada en el nuevo partido de Oskar Lafontaine, Die Linke, ganara poder. Se ve claramente con este ejemplo que el ajuste se hace por abajo, incluso cuando se trata de países muy potentes como Alemania. Y se ve también que este país no quiere un euro adaptado a la situación actual, o sea que favorezca la baja de los tipos de interés (en España, conocemos las consecuencias de esta política sobre la crisis inmobiliaria), porque con un comercio exterior floreciente a bajos costos, puede aprovecharse del euro fuerte.
En realidad, Europa no puede funcionar así. Es una situación que va a provocar daños irreparables. La crisis actual entre Francia y Alemania arriesga destrozar todo el conjunto europeo. Sarkozy se ha vuelto hacia Gran Bretaña, pero este giro diplomático no va a tener efectos importantes, pues siempre Gran Bretaña ha aprovechado de la rivalidad entre Francia y Alemania. Europa no debe ser dominada por una potencia, ni por dos o tres. Es un concepto nuevo, original, que implica la necesidad de estrategias cooperativas par el relanzamiento de la economía europea. Europa necesita una política social común, pues sin ella veremos volver a aparecer los egoísmos económicos y, desgraciadamente, los nacionalismos integristas. ¿Será Berlusconi, con su gobierno de antiguos y nuevos fascistas, el porvenir de Europa?
Lo que no entiendo (no del artículo sino de la situación) es en qué cerebro (o más bien en la media neurona de los tecnócratas europeos) cabía la idea que los irlandeses, un pueblo sometido durante largos años mediante la presión y las armas por parte de Gran Bretaña, pueblo de obreros, de trabajadores, que saben sumar dos mas dos, iban a votar Sí cuando dos días antes se anunciaba que el Parlamento Europeo iba a discutir una jornada laboral de 65 horas. Cualquiera que trabaje (y es evidente que los politicos no lo hacen) saben que decir 65 horas máximo es en realidad 65 horas minimo, con suelo minimo como maximo.
O sea, que si Irlanda dijo No es porque ha quedado claro, de manera patente, que la UE se esta estructurando como un imperio monarquico para empresarios poderosos, y a las personas que se las arreglen. Porque el Tratado de Lisboa es la mayor reducción de derechos humanos, sociales y economicos que se ha visto en un documento. Y es estupido decir que es innovador porque es el unico tratado que los menciona... claro, los menciona para decir luego "salvo que atente contra el Estado", saco en el que se puede matar a una persona, arrestarla violando el habeas corpus, enviarla fuera del pais aunque se sepa que sera torturada, a que el Estado se desliga de toda responsabilidad social...
Ahora, la prueba de fuego. Franceses y holandeses dijeron No y los tecnocratas los ignoraron. Irlanda ahora dijo que No. Una muestra de democracia: cuando el pueblo dice No es No. A ver si eso lo ponen en práctica en Bruselas, porque de seguir con el mismo tratado, oficialmente la UE será el Cuarto Reich y Hitler entonces tenía razón y todo lo luchado durante un siglo, todos los derechos que tanta sangre han costado valen menos que un paquete de cabritas.