En un nuevo capítulo de enjuiciamientos a exdictadores de la epoca, tenemos a Charles Taylor, ex presidente de Liberia y el primer ex mandatario sometido a juicio, ante la Corte Penal Internacional por actos cometidos en Sierra Leona.
Aunque es un decir que este "ante" la Corte, porque este hombre no se apareció, por lo cual es juzgado en ausencia. En una carta, leída por su abogado, Taylor a indicado por qué no se ha presentado a la primera sesión de su juicio. "Señorías, con gran tristeza y pesar les escribo para informarles de que ya no me siento capaz de participar en el proceso judicial en mi contra...Por un momento yo había esperado , y estaba convencido de ello, que el tribunal tendría la capacidad para alcanzar la justicia de un modo honesto e imparcial. Ahora queda claro que mi confianza fue un error”, añadió Taylor en su nota.
Taylor, de 59 años, se ha declarado inocente a los 11 cargos en el Tribunal Especial para Sierra Leona.
Antecedentes del caso
Liberia debe su nombre a haber sido la primera nación africana moderna, fundada por ex esclavos liberados en Estados Unidos en 1847.
Según consta en el historial de Taylor, estudiaba Economía en el Bentley College de Boston hacia la decada de los 70's cuando el presidente liberiano, William Tolbert, posteriormente asesinado por Samuel Doe, uno de los predecesores de Taylor, le animó a regresar a Monrovia y encabezar un movimiento juvenil. Su llegada fue poco después del golpe de Doe, quien lo puso al frente de la intendencia del Estado y como viceministro de Comercio, cargos en los que duraría hasta 1983, lo justo para apropiarse de unos 900.000 dólares de fondos públicos con los que huyó a Estados Unidos. En 1984 fue detenido, e internado en un centro de alta seguridad para ser extraditado, pero Taylor sobornó a sus guardias y huyó.
En 1989 reaparece en la Nochebuena de ese año, cuando al frente de 200 hombres, entrenados militarmente como él en Libia, intenta sin éxito atacar un puesto fronterizo con Costa de Marfil. Posteriormente fundaría el Frente Patriótico Nacional de Liberia (NPFL), dispuesto a derrocar al dictador Doe. Este Frente, lejos de salvar vidas, comenzó una guerra de exterminio étnico entre los "gios" y "manos" de Taylor y los "krahns" y "mandingas" de Doe, cuyo año más horroroso fue 1990, cuando no sólo miles de personas murieron o fueron mutiladas, sino que miles de niños se transformaron en soldados (los que reclutados sin recato por el NPFL, eran vestido portando fetiches y trofeos de sus víctimas con un trasfondo de magia y hechicería e instigados por los hombres de Taylor a una especie de amok étnico mediante drogas estimulantes y con carta blanca para cometer todo tipo de desmanes) y Doe, quien pretendía acogerse a la protección de los 4.000 soldados de la Comunidad Económica de Estados de Africa Occidental (CEDEAO) que acudían a poner orden, como de nuevo volvió a suceder con la intervención de tropas nigerianas, fue capturado y torturado hasta la muerte por Prince Johnson, antiguo lugarteniente de Taylor y cabeza de una escisión en sus tropas en septiembre de ese año ( el Frente Nacional Patriótico Independiente de Liberia (INPFL)). En julio de 1990 el NPFL alcanzó Monrovia y puso bajo asedio el aeropuerto internacional. Parecía el preludio de una captura rápida de los centros neurálgicos del poder, malamente defendidos por las Fuerzas Armadas de Liberia (AFL), muy marcadas étnicamente por la política de favoritismo krahn de Doe. Pero en lugar de acometer la embestida final con disciplina militar, los hombres de Taylor se entregaron al pillaje sistemático de lo que encontraban a su paso, multiplicando los padecimientos de la población. Estas acciones criminales fueron toleradas por Taylor, que nunca invirtió mucho esfuerzo en mitigar la imagen de su rebelión armada como una ambición personal de enriquecimiento y de poder más allá de las consignas propagandísticas sobre la democratización y la regeneración nacionales.
Taylor llegó a la presidencia unos seis años despues, seis años en los que murieron más de 200.000 personas y otras 800.000 tuvieron que salir de un país cuya población no alcanzaba los tres millones de habitantes. Tan grave como esta situación fue la complicidad tácita de diversos políticos estadounidenses, como el reverendo Jesse Jackson o el ex presidente Jimmy Carter , que le permitieron pasar de la guerra a la negociación, de la purga a la conciliación nacional. Apelando al borrón y cuenta nueva, y, por tanto, a la inmadurez política de los liberianos, que sabrían disculpar un rosario de excesos que no habían sido sino la consecuencia de unas circunstancias extraordinarias, el aspirante presidencial osó acuñar unos eslóganes que en cualquier otro país habrían abocado a su protagonista al suicidio político. Así, se aventaron mensajes como "Él mató a mi mamá, mató a mi papá, pero voy a votarle de todas maneras", o "Mejor el diablo que conoces que el ángel que no conoces". De una manera casi explícita, Taylor venía a advertir que, o ganaba las elecciones, o habría guerra de nuevo. Numerosos representantes de la sociedad civil liberiana y de la comunidad internacional coincidieron en destacar lo grotesco e inquietante de un Taylor, a todas luces un criminal de guerra en toda regla, revestido de legitimidad electoral y convertido en respetable presidente de la República. Pero el 19 de julio de 1997 el tenaz y habilidoso warlord en trance de convertirse en estadista demostró conocer mejor que nadie los temores y ansias de sus atormentado paisanos, dispuestos a votarle por convicciones como que retomaría las armas si era derrotado, o de que, una vez en el poder, destinaría parte de su fortuna privada al restablecimiento de los servicios mínimos. Esta psicología del paternalismo y el amedrentamiento a partes iguales dio unos frutos insospechados.
Fue "jefe del Gobierno provisional", se hizo llamar "presidente de la Gran Liberia" y se refugió en una hábil tregua para afianzarse en los vastos territorios bajo su influencia y, sobre todo, para hacerse inmensamente rico , comerciando con diamantes, oro, caucho, armas y todo lo que se le puso por delante. El Gobierno de Taylor fue acumulado tantos balances negativos que le hizo desacreditarse muy pronto ante sus interlocutores exteriores y ante sus propios ciudadanos, hasta granjearse la condena y el aislamiento internacionales. Su actuación interior, según atestiguaban diplomáticos, empleados de organismos internacionales y de las ONG, siguió guiada por la mentalidad de señor de la guerra y sus lógicas del poder absoluto, el patrimonialismo y la rapiña de recursos naturales, incompatibles con una visión de Estado de Derecho.
Pero no fue hasta que, debido a su comercio le llevó a involucrarse en la tragedia de Sierra Leona que la comunidad internacional no puso atención en Taylor. El autócrata liberiano fue un sostén fundamental de la guerrilla de Sierra Leona Frente Unido Revolucionario (RUF, tristemente célebre por sus prácticas de mutilación de miembros de civiles indefensos) desde que en marzo de 1991 lanzara su rebelión contra el Gobierno de Freetown partiendo, precisamente, del taylorland del noroeste de Liberia, a cambio de sus diamantes y riquezas.De hecho, el líder del RUF, Foday Sankoh, era un viejo camarada de Taylor, a quien, según parece, le conoció en los campos de entrenamiento libios para subversivos de todo el continente. Desde 1997 a 2000 este patrocinio continuó cuando los hombres de Sankoh intentaron repetidamente desalojar del poder al presidente democráticamente elegido, Ahmad Tejan Kabbah, y se enfrentaron sucesivamente al Ecomog, a los cascos azules de la ONU y a una tropa expedicionaria británica. También, de marzo de 1998 a octubre de 1999, Taylor acogió en Monrovia al militar golpista Johnny Paul Koroma, que había derrocado a Kabbah en mayo de 1997 y había sido expulsado por el Ecomog diez meses después.
El argumento de Taylor
Entre mayo y julio de 2000 Taylor evidenció su ascendiente sobre la guerrilla de Sankoh al conseguir que liberara a varios cascos azules secuestrados. Tal era así que la CEDEAO consideró oportuno investirle en un papel de mediador entre las partes enfrentadas en Sierra Leona. Pero precisamente por ello, el Gobierno de Estados Unidos, alarmado por un foco de desorden incompatible con sus intereses políticos y económicos en esta parte de África, promovió en la ONU un movimiento en contra del Gobierno liberiano que no tenía precedentes en el siglo y medio de existencia del país.
En diciembre de 2000 un panel de investigación de la ONU concluyó que el Gobierno de Taylor estaba contribuyendo a prolongar la guerra civil sierraleonesa al brindar entrenamiento en suelo liberiano a los combatientes del RUF y al suministrarles armas a cambio de diamantes expoliados en las áreas que controlaba la guerrilla, diamantes que por tanto carecían del certificado de origen del Gobierno sierraleonés. El negocio era de tal magnitud que los expertos estimaron que Liberia estaba colocando en el mercado internacional más diamantes extraídos del país vecino que los producidos por sus propias minas.
Taylor acusó a su vez a Washington y a Londres de orquestar un complot internacional contra su país y de exhibir un doble rasero por no comentar sus denuncias de injerencia de Guinea, y aunque reconoció tener unos vínculos históricos con Sankoh, negó categóricamente cualquier colaboración en sus asechanzas contra el Gobierno de Freetown.
En febrero de 2001 el presidente anunció que todas las personas relacionadas con el RUF habían sido expulsadas de Liberia, pero no pudo remediar que el Consejo de Seguridad de la ONU hiciera suyo el informe del panel de expertos y tomara cartas en el asunto. El 7 de marzo de 2001 el Consejo aprobó una resolución por la que imponía a Liberia un embargo reforzado de armas y un ultimátum de dos meses para que cortara todos sus vínculos con el RUF; considerada insatisfecha la exigencia, el 7 de mayo entró en vigor el segundo paquete de sanciones, que boicoteaba totalmente la exportación de diamantes liberianos, prohibía a Taylor y sus colaboradores desplazarse al extranjero y desautorizaba todo vuelo internacional de las líneas áreas liberianas.
De pronto, por casualidad, surgió una insurrección en Lofa. Los combates se generalizaron en el condado y amagaron con desbordarse en dirección a Monrovia. La opinión pública internacional empezó a saber que en Lofa operaba un enigmático movimiento guerrillero llamado Liberianos Unidos por la Reconciliación y la Democracia (LURD), con retaguardia en la jungla guineana y compuesto por antiguos combatientes de las diversas facciones armadas de los años noventa, fundamentalmente del ULIMO-K, cuyo nexo era la animadversión a Taylor. Trascendió la identidad de dos de sus jefes, Sékou Damate Conneh, mandinga y yerno de un hombre de confianza del presidente de Guinea, y Chayee Doe, hermano menor del difunto Samuel Doe. Para noviembre de 2001, Liberia se había adentrado de nuevo en un escenario de guerra civil, si bien menos virulento (aún) y más simplificado que en el período 1990-1996.
Pocas dudas hay que el LRD estaba financiado desde el extranjero.
En febrero de 2003 el LURD volvió a acercarse a Monrovia y los mediadores africanos, esta vez reunidos en Freetown, se esforzaron en vano para conseguir el cese de hostilidades, ya que el LURD pasó a poner como condición para un acuerdo de paz la previa dimisión de Taylor. El 1 de marzo el Ministerio de Defensa denunció una incursión de mercenarios desde Côte d'Ivoire y exigió explicaciones al Gobierno de Laurent Gbagbo sobre un hecho que le parecía "equivalente a una declaración de guerra". Las autoridades de Yamoussoukro replicaron acusando una vez más a Taylor de estar detrás de sus poderosas rebeliones (Movimiento Popular Marfileño del Gran Oeste -MPIGO- y Movimiento por la Justicia y la Paz -MPJ-) asentadas en el norte y en las ricas áreas productoras de café y cacao del oeste, las cuales recientemente se habían plegado a un frágil acuerdo de paz y de reparto de poder. Un suceso colateral se registró el 6 de mayo, el mismo día en que el Consejo de Seguridad de la ONU endureció las sanciones con la extensión del embargo a la importación de madera liberiana: la muerte en combate junto a la frontera marfileña de Sam Bockarie, alias Mosquito, antiguo comandante del RUF reclamado por el Tribunal Especial de la ONU para Sierra Leona para juzgarle por crímenes de guerra. Según el Gobierno liberiano, Bockarie, de tenebrosa reputación en su país, fue abatido cuando intentaba penetrar en Liberia desde Côte d'Ivoire al mando de un pelotón de milicianos del RUF y se resistió a ser prendido. Recientemente, Taylor había declarado que no creía que Bockarie y Koroma, ambos reclamados desde Freetown, estuvieran en Liberia, pero que si daba con ellos, los entregaría. Toda vez que menudeaban las informaciones sobre la presencia de ambos prófugos en Liberia, donde estarían comandando unas unidades de combate al servicio de Taylor, los medios elucubraron sobre un asesinato planeado de Bockarie, quien estaba en condiciones de revelar datos incriminatorios de Taylor en torno a su participación en la guerra civil de Sierra Leona. Que otros muchos presidentes africanos estuvieran involucrados en el aliento de tensiones y guerras en el continente y ningún tribunal les acusara de nada, seguramente brindaba a Taylor un argumento a la hora de dar rienda suelta a su victimismo.
Sea como fuere, las preocupaciones tomaron un cariz verdaderamente serio para Taylor el 4 de junio con el anuncio por el Tribunal Especial de Sierra Leona, formado con fiscales y jueces internacionales y nacionales, de que le acusaba formalmente de "la mayor responsabilidad en los crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y serias violaciones de la ley humanitaria internacional" cometidos durante la guerra civil de ese país. Al acta de incriminación le acompañó una orden internacional de captura, así que Taylor podía darse por atrapado en Monrovia, cogido en la pinza de la justicia externa y la rebelión interna, aunque, por de pronto, pudo retornar sin problemas de Accra, Ghana. El mismo 4 de junio Taylor acababa de llegar a Accra para tomar parte en la apertura de unas conversaciones de paz de la CEDEAO y, por primera vez, había hablado de la posibilidad de ceder poder, e incluso de abandonarlo enteramente. Con tono emocional y pose de mártir, declaró: "Estoy preparado para hacer cualquier cosa que sirva para traer la paz a mi pueblo y detener las atrocidades (...) Porque, vosotros, países poderosos, odiáis a Charles Taylor. Así que me sacrificaré, por amor a Liberia". Y ya si acentos religiosos, remató: "Si el presidente Taylor es visto como un problema, entonces me retiraré. Hago esto porque estoy cansando de ver a toda esta gente muriendo. Ya no puedo seguir asistiendo a este genocidio en Liberia". Pero no se retiró hasta que hubo garantizado su inmunidad. Esta alternativa se presentó a principios de julio cuando el presidente nigeriano, Olusegun Obansajo, en una visita relámpago a Monrovia, ofreció personalmente a Taylor un exilio seguro en su país con la promesa de que no sería entregado a Sierra Leona, máxime cuando Nigeria no tenía legislación que permitiera ese tipo de extradiciones.
El 11 de agosto, Taylor salió de Liberia.
El 28 de marzo de 2006 el Gobierno de Nigeria informó que el ex-presidente liberiano se encontraba en paradero desconocido y los responsables de su seguridad fueron arrestados. Esto ocurrió porque las autoridades nigerianas habían aceptado extraditar a Taylor, pero estaba pendiente de ser enviado a su país de origen o a Sierra Leona, donde está siendo procesado por un tribunal de justicia especial de la ONU. El 29 de marzo fue detenido mientras intentaba cruzar la frontera de Camerún huyendo de ser extraditado. Semanas después, a causa de una posible desestabilización de Sierra Leona por la presencia de Taylor, se decidió que su juicio sería en la Corte Penal Internacional de La Haya, con la condición de que se le encarcele en otro país. Este problema mantuvo el juicio en hiato, hasta que el 15 de junio, Gran Bretaña accedió a encarcelar a Taylor en caso de ser declarado culpable.
Seis días después, Taylor fue trasladado a La Haya, donde actualmente se le juzga por presuntos crímenes en la guerra civil de Sierra Leona.
Las acusaciones
Taylor está acusado de crímenes de guerra y lesa humanidad por el Tribunal Especial para Sierra Leona (TESL).
Son once los cargos específicos, entre ellos asesinato, mutilaciones, esclavitud, violencia sexual, terrorismo contra la población civil, violencia psíquica, saqueo, y uso de niños soldados durante la guerra civil de Sierra Leona entre finales de 1996 y 2002. La acusación indica que todo esto se realizó en el marco de la guerra que afecta a Sierra Leona, donde Taylor presuntamente entrenó, financió y controló desde Liberia a los rebeldes del sierraleonés Frente Unido Revolucionario (RUF, en sus siglas en inglés) a cambio de diamantes.El RUF cometió durante la guerra civil en Sierra Leona, que duró de 1991 a 2002, actos inhumanos como la mutilación de civiles, a los que se les amputaban sus extremidades con hachas y machetes.
La vista se abrió este lunes, donde el caso lo lleva el fiscal del TESL, el estadounidense Stephen Rapp. Debido a las pocas garantías en Sierra Leona, Taylor fue trasladado a La Haya, pero el TESL mantendrá la responsabilidad judicial y asume todos los costes. Esto explica por qué hay un estadounidense de fiscal, ya que Estados Unidos no es parte de la Corte Penal, para poder cometer sus propios crimenes sin interferencia. Luego de una suspensión, el tribunal reanudará sesión el día 25 con el comienzo de los testimonios. La Fiscalía del TESL estima que el juicio a Taylor, actualmente encerrado en la penitenciaria de Scheveningen, ciudad cercana a La Haya, durará 18 meses, con lo que concluiría en diciembre de 2008 y se pronunciaría la sentencia a mediados de 2009. Según los estatutos del TESL, establecido en 2002, la Fiscalía no recomienda una condena, como ocurre por ejemplo en el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, ya que esa labor corresponde exclusivamente a los jueces. Las bases del tribunal tampoco incluyen la cadena perpetua, pero sí un número ilimitado de años de cárcel