lunes, 7 de septiembre de 2009

José Joaquín Valenzuela Levi: Operación Siglo XX o el intento de matar a Pinochet




Augusto Pinochet regresaba a Santiago junto a su escolta desde su residencia en El Melocotón, un dia 7 de septiembre cuando fue víctima de un ataque armado mientras su vehículo pasaba por la cuesta de las Achupallas, camino al Cajón del Maipo (a 40 kilómetros de Santiago).

A las 18.35 horas, la comitiva de 6 autos blindados y 2 motocicletas fue interceptada por una unidad del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, que con un auto con remolque obstruyó el tránsito y luego atacó al dictador con una ráfaga de balas y fuerza explosiva. Pinochet y su nieto, que iban en el cuarto auto, giraron para regresar a El Melocotón y recibieron un misil que finalmente no estalló, resultando con heridas leves.

Cinco escoltas murieron en el atentado y once resultaron heridos.

Este es el relato que hizo el mismo Pinochet sobre lo ocurrido.





Esto desencadenaria uno de los actos de venganza más sangrientos de la dictadura de la década de los años 80: la Operación Albania.

Irónicamente, los ajusticiados no fueron únicamente los que atentaron contra Pinochet, porque la mayor parte logro huir fuera del pais, sino personas al margen totalmente de los hechos, como fue el caso del periodista José Carrasco, acribillado a balazos durante la madrugada del 8 de septiembre de 1986, en el muro exterior del lado sur del Cementerio Parque del Recuerdo ubicado en la comuna de Huechuraba, junto con el profesor Gastón Vidaurrázaga, al publicista Abraham Muskatblit y al técnico electricista Felipe Rivera, a quienes se les saco de sus casas y que luego aparecieron como Carrasco, acribillados en distintos puntos de Santiago.

La CNI mató a todo el que se le puso enfrente, sin importar de quien se trataba. Y la sed de venganza no se detuvo en 1986, sino que continuo hasta 1987, año en que ocurrió la operación Albania, sin que hubiera la menor intención de ir directamente por los implicados. Había que matar y eso fue lo que se hizo.

Tanto así que dentro de quienes participaron en el atentado y murieron en esta vendetta estuvo el que comando la operación, José Joaquín Valenzuela Levi, pero la cúpula de la CNI que organizó la venganza, comandada por Álvaro Corbalán Castilla ni siquiera sabía a quien mataba.

Valenzuela murió el 15 de junio, horas despues que la CNI se hubiera dedicado a usar como blanco a Patricio Acosta Castro, un importante oficial del FPMR, y aJulio Guerra Olivares, y tras la matanza de calle Varas Mena 417, situaciones enmarcadas en la Operación Albania. Valenzuela murió en una casa de la calle Pedro Donoso, en la comuna de Conchalí, adonde fue llevado por fuerzas de la CNI que lo tenían detenido en el cuartel de calle Borgoño. Corvalán dio orden directa de matar. En los calabozos de Borgoño estaban quiénes eran considerados importantes al interior del FPMR como José Joaquín Valenzuela Levi, el “comandante Ernesto” y Esther Cabrera Hinojosa. Pero también se encontraban Ricardo Rivera Silva, Ricardo Silva Soto, Manuel Valencia Calderón, Elizabeth Escobar Mondaca y Patricia Quiroz Nilo, dirigentes que no tenían gran relevancia para los agentes. Todos habían sido detenidos en las horas previas. Según el expediente judicial, Alvaro Corbalán le ordenó al agente Iván Quiroz que eligiera a cinco oficiales para que se hicieran responsables de juntar a su gente para llevar a cabo la eliminación de los siete detenidos.

La madrugada del 16 de junio de 1987, los detenidos fueron trasladados en caravana a la casa deshabitada de calle Pedro Donoso 582, que la CNI ya tenía identificada. El mayor Alvaro Corbalán había encargado al capitan Francisco Zúñiga elegir el lugar donde los frentistas serían acribillados. Luego de meditarlo, el oficial optó por el inmueble deshabitado del cual la CNI sospechaba que en ocasiones funcionaba como una casa de seguridad frentista.

Según versiones de vecinos de la casa de calle Pedro Donoso las personas que esa noche llegaron detenidas estaban descalzas, con los brazos atados atrás de la espalda, amarrados y con la vista vendada. El sargento Ivan Quiroz y el capitán Francisco Zúñiga fueron encomendados para designar a parejas de oficiales que ejecutarían a cada uno de los siete frentistas detenidos.

La misma CNI calculó que esa noche había cerca de un centenar de agentes, carabineros y detectives dentro y fuera de la casa. La orden para que los efectivos asignados a cada víctima percutara sus armas se dio lanzando un ladrillo en el techo, mientras el resto de los agentes disparó al aire y gritó para dar a los vecinos la idea de un enfrentamiento. Alrededor de las 05.30 am, los siete frentistas fueron acribillados. Después, según varios agentes, entró en acción el capitan Francisco Zúñiga, quien procedió a rematar a cada una de las víctimas.

Aunque se ha procesado a los miembros de la CNI que cometieron estos asesinatos, hasta ahora no se ha producido ninguna reivindicación hacia Valenzuela Levi, ni a sus compañeros.

Alemania, a principios de septiembre, decidió rehabilitar a los considerados traidores durante la Segunda Guerra Mundial, incluyendo a Von Stauffenberg, quien intentó matar a Hitler.

¿No sería hora que en Chile se hiciera lo mismo?